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martes, 23 de junio de 2009

Algunas notas en torno de adolescencia, sexualidad y género



Viviana Taylor




En las últimas décadas la aparición de un concepto nuevo, género, nos permitió hacer una interpretación mucho más rica de los comportamientos de los sexos. La biología ya no define por sí misma el destino: los roles sociales y las conductas dejan su marca en la sexualidad de cada uno.
Diana Mafia[1] hace un relato de la evolución histórica del concepto: “Básicamente, se afirma que el género tiene que ver con los aspectos culturales con los cuales se interpreta la sexualidad. En realidad, el término género comenzó a ser empleado por la sexología en la observación clínica de casos en los que el sexo físico no se correspondía con lo que iba a ser el destino y el reconocimiento posterior de un sujeto. El feminismo toma este concepto en los años 70 para producir una crítica a los estereotipos, en lo que respecta a establecer jerarquías entre los sexos y asignar roles sociales en forma fija. El sexólogo John Money, en los años 50, introdujo el concepto de género para señalar la influencia de la cultura en la identidad sexual.”

Según estas argumentaciones, el modo dicotómico de pensar la identidad sexual es cultural. Efectivamente, la identidad sexual está atravesada por las expectativas sociales sobre el comportamiento admitido y deseable para cada sexo, por el modo en que cada cultura reconoce en el otro o la otra los signos de lo masculino y lo femenino (como la vestimenta, el pelo, la actitud corporal, ciertos adornos, los objetos amorosos y conductas permitidas). Así, si bien la identidad sexual depende de aspectos subjetivos, lo hace también de otros, relacionales y sociales.
Parte del imperativo cultural es su alineamiento con la anatomía, la genitalidad. Y esa genitalidad, que se sostiene como la base natural sobre la cual se funda la dicotomía, es disciplinada cuando aparecen casos de ambigüedad o hermafroditismo, a través de la vía quirúrgica u hormonalmente. Es decir que la ideología dicotómica produce un mandato sobre la anatomía para que no la desmienta, porque si lo hace, la naturaleza es corregida.
Se sostiene un alineamiento entre el sexo cromosómico, el sexo anatómico, la identidad sexual y el rol sexual, como si fuera la última compuerta que separa civilización de barbarie.

Más allá de estas consideraciones, y con su preocupación más centrada en la conducta sexual efectiva de los adolescentes, el ISCS[2] realizó una serie de encuestas entre estudiantes secundarios del escuelas de Capital y Gran Buenos Aires. En el año 2001, el 44% de los estudiantes que contestó ya había debutado sexualmente; en el 2003 esta proporción casi tocaba el 47%.
El doctor Claudio Santa María, rector del Instituto, recorre desde hace años las escuelas de Capital y el conurbano para dar charlas sobre prevención de VIH, anticonceptivos y sexualidad. En este tiempo vio cambiar muchas cosas: “a fines de los 90 había una o dos alumnas embarazadas por colegio, a quienes por ahí las hacían abandonar los estudios o la familia las sacaba por vergüenza. Ahora hay escuelas que tienen entre el 5 y el 10% de sus alumnos embarazados. Son tantos que la Secretaría de Educación porteña creó la figura de “alumno papá” y “alumna mamá”, y se les da licencia a ambos para el nacimiento de su hijo.”[3] En la provincia de Buenos Aires también hay normativa en este sentido.
Todas las investigaciones al respecto confirman no sólo la caída en la edad de iniciación sexual, sino el incremento de embarazos adolescentes. Los últimos datos nacionales procesados por el Ministerio de Salud dicen que durante el año 2000 nacieron en todo el país 96.689 bebés de madres de entre 15 y 19 años, el 30% de los cuales ocurrió en suelo bonaerense. Y esto a pesar de que son muchos los embarazos que terminan en abortos, que es la principal causa de insuficiencia renal y muerte en la adolescencia.

La temprana actividad sexual de los adolescentes anticipa también los riesgos de contraer sida y otras enfermedades: aunque el 70% de los consultados por el ISCS sabe cómo se transmite el sida, sólo el 30% usa preservativos en todos sus encuentros sexuales.
Según datos del Informe para el Proyecto sobre Actividades de apoyo a la prevención y el control del VIH/sida en Argentina:
· Sólo el 42% de la población usó preservativo en su primera relación sexual.
· El uso de preservativo en las relaciones ocasionales es bastante alto (75%) pero el 40% de los que afirmaron usarlo en la última relación sexual no siempre lo usa en este tipo de relaciones.
· El 67% de la población tiene algún grado de exposición a la transmisión del VIH por vía sexual y un 8% un grado de exposición alto.
· En general los hombres tienen un grado de exposición al VIH por vía sexual mayor que las mujeres, en especial los que tienen entre 20 y 24 años y son de nivel socioeconómico bajo y tienen un nivel de instrucción bajo.

Muchos especialistas consideran que hoy es mala palabra hablar de grupos de riesgo. La insistencia en esta idea es lo que ha llevado a muchos a creer que no están expuestos. Y una vez que se construye la creencia sobre la enfermedad alrededor de esta idea, ya resulta muy difícil que la gente pueda desarticularla y referirla a otras personas, y sobre todo a sí mismas.

La buena noticia es que entre los jóvenes, el uso del preservativo es mucho más aceptado que entre los adultos, puesto que se iniciaron en la sexualidad en la era del sida. En la subcultura juvenil el problema es otro: una vez que la pareja se estabiliza, se pasa a otros anticonceptivos que quedan a cargo exclusivo de la mujer.
Asimismo, a las chicas jóvenes les resulta más fácil exigir relaciones sexuales seguras que a las mujeres mayores. En la medida en que ya no se plantean tanto la dependencia de la pareja como eje de su vida, y tienen proyectos propios, crece su disposición a exigir relaciones sexuales más seguras.

[1] Docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en la de Humanidades de la Universidad de Rosario. Codirectora de la investigación “Género y construcción de ciudadanía” (UBA) y directora de la de “Control, defensa y promoción de los derechos sexuales y reproductivos” de la Fundación Ford y la Defensoría del Pueblo
[2] Instituto Superior de Ciencias de la Salud
[3] Informe de investigación del diario Clarín, publicado el 20 de junio de 2004